Hay ocasiones, como esta, en las que me siento muy molesta. Mi cuerpo reacciona a los designios de mi mente, a los pensamientos que me tienen atrapada desde hace dos días...¿qué fue lo que me pasó?, ¿cómo es que me dejé tomar en los brazos del ego nuevamente?, ¿para qué me está pasando todo esto?
Estas y otras interrogantes me he planteado en estos días, hubo un detonante claro, pero, ¿cómo caí ahí??, han pasado por mi cabeza pensamientos como: soy humana es normal!, cualquiera se hubiera enojado por esto!, es que ¿si hubiera...?, ¿porqué no puedo expresarme como me gustaría hacerlo?, y así sucesivamente.
Entonces hoy, después de una fallida meditación algo pasó, de repente me llegó la imagen de mi misma teniendo esos pensamientos y mi cabeza hizo PLIN!, ahora entiendo!, el problema no es problema, como dijera Arjona, el problema es que yo soy eso que no me gusta, yo soy esa parte de sentimientos encontrados que me tiene molesta, no es el otro o los otros, no son sus comportamientos, SOY YO!, tantas veces lo había leído y hasta hoy pude "sentirlo" en carne viva...
Yo tengo el poder para tomar o dejar, yo tengo la posibilidad de decidir si me "engancho" o no en cualquier situación, pero, ¿cómo lograrlo?, ¿cómo redefinirme aceptándome?
Entonces, como me han enseñado que leer ilustra, pedí luz para encontrar la respuesta a mis interrogantes, vi en mi librero y ahí estaba, casi diciéndome YO, AQUÍ, HEY, su nombre EL LIBRO DE LA SERENIDAD de Ramiro A. Calle.
Solté una leve risa y lo tomé, cerré los ojos, lo abrí donde mi intuición me dijo que lo hiciera y ahí estaba mi respuesta, solté una gran risa y agradecí!!, en ese momento mi cuerpo se empezó a relajar, respiré y me puse a escribir esta entrada del blog, nada se da por casualidad, sino por causalidad, nada se da por antonomasia, simple y sencillamente, son experiencias de aprendizaje, las cuales agradezco infinitamente.
Aquí el texto que leí para aquellos que estén interesados en leerlo, este libro se los recomiendo ampliamente, Namaste!
LA SOMBRA
Un aspirante espiritual cubrió una gran distancia para visitar a un yogui que vivía en la jungla. Se presentó ante él y le rogó:
- Instrúyeme espiritualmente, señor. Necesito tus enseñanzas porque mi mente está sumida en una gran confusión y siento intranquilidad y zozobra.
El yogui le indicó:
- Ve allí donde puedas recibir los rayos solares y dime si proyectan la sombra de tu cuerpo contra el suelo.
El aspirante caminó hasta llegar a un claro en la jungla y poder recibir los rayos del sol en su cuerpo. Tuvo ocasión de contemplar cómo la sombra de su cuerpo se extendía sobre el suelo. Volvió junto al maestro y le dijo:
- Sí, ya he contemplado la sombra que proyecta mi cuerpo.
- Pues ahora -dijo el yogui-, desnúdate, expónte de nuevo a los rayos del sol y dime si tu cuerpo proyecta sombra o no.
De nuevo el discípulo llegó hasta el claro. Se desnudó y se expuso a los rayos del sol, comprobando que su cuerpo proyectaba, como antes, la sombra. Regresó junto al yogui, que le preguntó:
- A pesar de estar desnudo, ¿ha proyectado tu cuerpo la sombra?
- Efectivamente, maestro, así ha sido.
El yogui dijo:
- Del mismo modo que, vestido o desnudo, tu cuerpo proyecta su sombra y tú puedes ser testigo de ello, trata de mantenerte como testigo de tu cuerpo y de tu mente, así como de sus procesos, en cuanto momento te sea posible y, paulatinamente, al irte desidentificando y situarte más allá de la sombra de tu cuerpo y más allá de la sombra de tu mente, encontrarás la serenidad y la lucidez que ahora te faltan.
- Instrúyeme espiritualmente, señor. Necesito tus enseñanzas porque mi mente está sumida en una gran confusión y siento intranquilidad y zozobra.
El yogui le indicó:
- Ve allí donde puedas recibir los rayos solares y dime si proyectan la sombra de tu cuerpo contra el suelo.
El aspirante caminó hasta llegar a un claro en la jungla y poder recibir los rayos del sol en su cuerpo. Tuvo ocasión de contemplar cómo la sombra de su cuerpo se extendía sobre el suelo. Volvió junto al maestro y le dijo:
- Sí, ya he contemplado la sombra que proyecta mi cuerpo.
- Pues ahora -dijo el yogui-, desnúdate, expónte de nuevo a los rayos del sol y dime si tu cuerpo proyecta sombra o no.
De nuevo el discípulo llegó hasta el claro. Se desnudó y se expuso a los rayos del sol, comprobando que su cuerpo proyectaba, como antes, la sombra. Regresó junto al yogui, que le preguntó:
- A pesar de estar desnudo, ¿ha proyectado tu cuerpo la sombra?
- Efectivamente, maestro, así ha sido.
El yogui dijo:
- Del mismo modo que, vestido o desnudo, tu cuerpo proyecta su sombra y tú puedes ser testigo de ello, trata de mantenerte como testigo de tu cuerpo y de tu mente, así como de sus procesos, en cuanto momento te sea posible y, paulatinamente, al irte desidentificando y situarte más allá de la sombra de tu cuerpo y más allá de la sombra de tu mente, encontrarás la serenidad y la lucidez que ahora te faltan.
Hermoso Claudia, muchas gracias
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